Carcasona, La Cité
Hay viajes de los cuales me cuesta volver y más si me he sentido dentro de un libro pop-up como me sucedió en Carcasona, cuesta pasar página. Su ciudadela medieval perfectamente conservada es como un cuento ilustrado, casi irreal.
Fueron cuatro días intensos en cual cada rincón descubierto era más bonito que el anterior. Disfrutamos de perdernos en sus calles, de probar la gastronomía de la zona (el cassoulet de canard es una revelación). Comimos crepés a reventar, descubrimos las crepés bretonas (galettes) hechas con trigo sarraceno y con rellenos celestiales, entre los cuales se encuentran los miles de quesos franceses que al primer bocado te mandan directo al nirvana.
Navegamos por el Canal del Mediodía (Canal du Midi), tan poético como su
nombre. El canal es una obra de ingeniería realizada entre 1666 y 1681
por un recaudador de impuestos, conecta en Francia el Atlántico con el
Mediterráneo, tiene 63 esclusas, una arboleda que le da estabilidad a
las orillas y una belleza alucinante. Navegar por él es como estar
dentro de un cuadro impresionista.
Nos hospedamos por primera vez a través de Airbnb
y fue una experiencia positiva. El piso era cómodo y decorado con un
gusto especial, bien equipado y a sólo diez minutos de La Cité. Muy
cerca de la Catedral en la Ciudad Baja y a un precio agradecido con la economía familiar.
Subimos al campanario de la Catedral de Saint Michel persiguiendo a un hombre canoso que yo juraba que era Clint Eastwood, una vez arriba me di cuenta de la ausencia de su lunar. Ascendimos olímpicamnete doscientos cincuenta y siete escalones en caracol sólo para turistas valientes. A mitad de camino escuchamos un pequeño concierto de campanas y en lo alto quedamos embobados con las espectaculares vistas de las dos ciudades: La Cité y La Bastida (ciudad baja) .
Para hacer un porquito más largo el cuento de hadas, hicimos la vuelta por los Pirineos franceses, donde los vientos del norte se quedan amurallados. Una vez atravesado el tunel Aragounet en la frontera con España, el sol, el calor y la vegetación algo más árida nos dieron la bienvenida de sopetón.
El viaje ha sido maravilloso, he podido descomplicarme la vida un rato. Ya estoy en casa, pero editando las fotos vuelvo a hojear mi libro pop-up de Carcasona.
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