Elda Caridad. Fotografía

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Un amigo regresó a Maracaibo después de un exilio de pocos años. Me dijo antes: no vuelvo por nostalgia, lo hago por realidades. Abandonó la ciudad fría y lluviosa que lo entristecía. Entre paisanos sabemos que tanto irse como volver son actos de valentía.

Está feliz.

Encontró su casa limpia. La casa que es mi ciudad, me escribió. Aún no le han apagado la luz.

Me envió fotos.

En la entrada, un hogar verde le da la bienvenida. Los jardines siempre son necesarios. En el salón una fotografía en formato grande de su autoría cuelga en la pared. Compartir la mirada es su oficio, él dice que para enamorar a los amigos con su quehacer. Lo certifico.

En la cocina hay  un libro, una olla, una taza, una tabla de cortar.

Un kayak solitario en la esquina.

El lago a pocos metros.

La brisa de siempre.

Como aquella mañana soleada de diciembre, estoy segura de que la armónica de Dylan le seguirá sonando finita.

 

Publicado originalmente 01/07/22.

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Confinamiento es un sinónimo delicado de encierro, un término que al menos a mí me  produce un menor impacto emocional.  Nunca nos quedamos confinados en un ascensor, no nos confinan en la cárcel o confinamos a los hijos en la habitación cuando se portan mal. A esas situaciones las llamamos encierro sin mucha floritura.

Pensando en esta palabra tan usada en la actualidad y en las veces que he estado "confinada" y que no son pocas (por una enfermedad de jovencita, tres toque de queda: uno por un estallido social y dos por golpes de estado), recordé que viví mi primer confinamiento a los siete años a causa no de un virus mortal, sino por culpa de una leyenda urbana.

Sí, como leen, una leyenda urbana que desató una psicosis sin igual en la historia de Maracaibo, mi caluroso lugar de nacimiento.

En Maracaibo una ciudad en donde la sensación térmica a diario puede rondar los 38 grados y por muy increíble que parezca apareció un pingüino en las riberas de su lago, ¿por qué no podría estar asediada por vampiros inmunes al violento sol maracucho?

Los vampiros de Maracaibo existieron creados por la mente de alguien que no imaginó la trascendencia de su relato, contado quizás en una noche de cervezas entre amigos. Un tweet verbal  de la época analógica con una fake news adjunta que nadie desmintió.

Durante algunas semanas a finales de los 70, las calles de Maracaibo se vaciaron de niños. Ningún menor fue a la escuela sin compañía paterna. No se les mandaba a hacer recados, no se les veía jugar afuera de sus casas.

En aquel tiempo se jugaba mucho en la calle. Maracaibo tenía contadísimos parques, ya que se urbanizó con una marcada influencia estadounidense: fue diseñada para automóviles. Avenidas muy anchas con aceras estrechas y distancias muy largas para ser recorridas a "pie y a pata como la garrapata" como bien dicen sus habitantes.

Yo vivía en una urbanización en las afueras de la ciudad que le hacía honor a su nombre: urbanización La Paz. Los vecinos acostumbrados a ver a la muchachada jugar en las avenidas conducían sus coches muy despacio. Con frecuencia tenían que detenerse para esperar que abriéramos el paso. En ocasiones estábamos en la cumbre del juego y tardábamos en hacerlo. Con la demora nos ganábamos un bocinazo acompañado de un buen regaño de algún conductor impaciente o con prisas, al cual al unísono con actitud rebelde y amenazante le gritábamos: “¿quéé?, la calle es liiibre”.

Pero, un día la alegría de esa libertad se acabó. Llegarían a Maracaibo los temidos vampiros, una banda delictiva organizada que pusieron en jaque el sosiego de los padres maracuchos. Ni los altos índices de delincuencia actuales causarían tanta conmoción como aquellos vampiros.

Los vampiros fueron una banda de delincuentes que según la leyenda urbana les sacaban la sangre a los niños hasta matarlos, dejando los cadáveres pálidos tirados en la calle con una paca de billetes de a 100 bolívares enrollados en la boca.

Así aparecían menores muertos en la imaginación de los maracuchos. Nadie vio un cadáver, pero ahí estaban regados por la ciudad, obligando a confinar a la infancia por voluntad de los papás, ante la indolencia del alcalde que nunca mandó a atrapar a los vampiros a pesar de las quejas y el temor de la población.

Yo recuerdo estar en el jardín de mi casa con los portones cerrados con candados, mirando con deseo la desolada calle bajo la firme prohibición de salir. Cuando pedía hacerlo mis padres me decían “no se puede, por ahí andan los vampiros”.

¿Cómo sacaban la sangre aquellos sanguinarios malandros en plena calle? ¿Por qué sólo a los niños? ¿Qué hacían con la sangre? ¿Cuál era la razón para recompensarte con billetes en la boca? Claro está que no era por dinero, de eso estaban boyantes.

Preguntas no respondidas desvanecidas con el tiempo. La leyenda de los vampiros estuvo en vigencia varias semanas, no recuerdo con exactitud por cuánto se extendió aquel absurdo confinamiento infantil. 

¿Morirían los vampiros? ¿Perderían la inmunidad al sol marabino capaz de partir piedras? Nadie queda exento por mucha magia que tenga de la fuerza del astro rey a las dos de la tarde en la llamada tierra del sol amada.

Unos años más tarde, durante mi adolescencia surgió otra leyenda urbana de la agudeza imaginativa de algún marabino que hizo estragos en los comerciantes que apostaron por la modernidad: el sádico del Costa Verde. Un hombre cruel que les arrancaba los pezones a las mujeres con un alicate en el estacionamiento del primer centro comercial de la ciudad, el C.C. Costa Verde.

—Dale pa'l estacionamiento que por aquí no hay puestos.

—¡Guillo, chama!, yo ni de verguita estaciono  ahí. 


Más de mi tierra en el blog | | Duros de matar | El zamuro Carmelo llegó  a casa | | La victoria sabe a caldo de gallina | Lo que la memoria idealiza


 

 

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 Playa de Testal. Galicia.

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Otro cielo

No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre faltaría el pájaro en silencio

no existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras al fin como es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón

no existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y pronósticos
y comprobaras que no es tan difícil
siempre te faltaría el pino del crepúsculo

eso es por que se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegue al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.

Mario Benedetti.


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"Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida". Chavela Vargas.

Con frecuencia recuerdo la plaza abandonada en la colina donde contemplaba el lago con aroma prestado del mar. 

El viejo banco carcomido por el salitre, la aridez de la tierra bajo los pies. El edificio de viviendas lujosas al lado. El contraste de una ciudad injusta que algunos meses me regalaba la brisa fresca del atardecer.

Del otro lado, a lo lejos en la avenida, el tráfico, una raya larga de caos me parecía ajena desde la plaza. El mundo se detenía para permitirme mirar un horizonte por aquel entonces inalcanzable.

He tenido la suerte de conocer algunas de las plazas más bellas del mundo, empedradas, elegantes y conservadas con perfección. Pero ninguna como aquella de la que me apropié para siempre una tarde de enero.
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A orillas del Danubio en su paso por Budapest, se encuentra la composición escultórica  diseñada por el cineasta Can Tongay y el escultor Gyula Pauer que rinde homenaje a las víctimas ejecutadas en el Danubio por los milicianos de La Cruz Flechada.

Son 60 pares de zapatos de la época de 1940 hechos de hierro que conmemoran las víctimas judías que fueron fusiladas y arrojadas al Danubio por los miembros de La Cruz Flechada (partido nazi húngaro). Antes de matarlos les obligaban a quitarse los zapatos, ya que eran valiosos durante la II Guerra Mundial. 

Entre diciembre de 1944 y finales de 1945, La Cruz Flechada fusiló a 20.000 judíos del gueto de Budapest. Aproximadamente 80.000 fueron expulsados de Hungría hacia la frontera con Austria, en una marcha mortífera.

Creo que es uno de los homenajes más impactantes que he visto. Ningún judío estuvo a salvo; mujeres, niños, hombres... las diferentes tallas de zapatos esculpidos así lo dicen. Lo más terrible es que los húngaros no se libraron de los nazis al acabar la II Guerra Mundial, muchos de ellos se cambiaron el uniforme y pasaron a ser miembros del Partido Comunista Húngaro y siguieron sembrando el terror durante los cuarenta años que duró la República Popular de Hungría.

La convulsionada y dolorosa historia del siglo XX de Hungría debería ser un recordatorio de la crueldad  y el sufrimiento que causan los regímenes totalitarios para que no vuelvan a suceder nunca más. La humanidad tiene la tarea pendiente de aprender a escuchar a los pueblos que han sido víctimas de los discursos totalitarios.









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"Una mañana, mientras cortaba rosas de su jardín; Florentino Ariza no pudo resistir la tentación de llevarle una en la próxima visita. Fue un problema difícil en el lenguaje de las flores por tratarse de una viuda reciente. Una rosa roja, símbolo de la pasión en llamas, podía ser ofensiva para su luto. Las rosas amarillas, que en otro lenguaje eran las flores de la buena suerte, eran expresión de celos en el vocabulario común. Alguna vez le habían hablado de las rosas negras de Turquía, que tal vez fueran las más indicadas, pero no había podido conseguirlas para aclimatarlas en su patio.
Después de mucho pensarlo se arriesgó con una rosa blanca, que le gustaban menos que las otras, por insípidas y mudas: no decían nada. A última hora, por si Fermina Daza tenía la malicia de darle sentido, le quitó las espinas."
G. García Márquez. El amor en los tiempos del cólera.


"El amor en los tiempos del cólera" es uno de mis libros de cabecera. Lo releo al derecho y al revés, suspiro en cada página, me paseo en sus palabras, los subrayo una y otra vez. Me inspira. La belleza de su prosa hace distraerme de malos pensamientos cuando estoy triste y desmotivada. Vivo cada uno de sus personajes, tanto que me niego a ver la adaptación cinematográfica por miedo a despedazar mi imaginación. Además ¿quién ha dicho que Javier Bardem se parece a Florentino Ariza? un error imperdonable en mi opinión.
Yo me enamoré de la literatura de García Márquez a mis quince años cuando me asignaron a leer en el instituto "Cien años de soledad", me gustó tanto que desde entonces puedo recitar de memoria sus primeros párrafos. Mis compañeros interesados en cosas de adolescentes se asombraban de que yo pasara horas leyendo una novela tan larga y tan difícil. Para el examen me pedían que les contara la trama y así ahorrarse lo que para ellos era una engorrosa lectura.  Yo iba encanta al salir del turno de las tarde a narrar.

Nos reuníamos en el patio del colegio bajo un árbol frondoso, ellos me escuchaban atentamente apuntando en la libreta cada Aureliano, cada José Arcadio Buendía para no perderse en el mar genealógico de la novela. En esa evaluación saqué la máxima nota y lo recuerdo porque mis compañeros vinieron corriendo con la noticia,  me aplaudieron en medio del recreo haciéndome sonrojar, morir de felicidad. Juancho, un cura jesuíta vasco y progre, mi profesor de literatura del cual decían los muchachos del colegio que yo era su consentida, y al cual me enviaban cada vez que no estudiaban a rogar aplazamientos de evaluaciones y entrega de trabajos con éxito, me felicitó no sólo por la nota, sino también por mi interés de haber leído "El olor de la guayaba" para preparar el examen.

Con la muerte del escritor hace dos años, me propuse releer toda su obra y leer todo aquello que me faltaba. Con la madurez descubrí que "El amor en los tiempos del cólera" es un ensayo fantástico sobre el matrimonio, el amor, la vida en pareja, pero sobretodo de la esperanza. "Memorias de mi putas tristes", no va de un viejo como lo interpreté la primera vez que lo leí, en cambio es una reflexión sobre la transición del cuerpo y el alma a la vejez. En "Cien años de Soledad" redescubrí a Mauricio Babilonia, uno de los breves personajes más bellos creados de la mano de un escritor. Me sorprendí mucho cuando en "Vivir para contarla" leí que los diecisiete Aurelianos de la cruz de ceniza en la frente realmente existieron con todo y su desparpajo caribeño.   

Con sus cuentos cortos me sumerjo en la complejidad de la vida latinoamericana, en recordar la cantidad de veces que viví situaciones "marquianas", de esas que hacen sentirte parte de una ficción y explican nuestro carácter barroco y mi gusto por las historias bizarras. Podría pasar horas hablando sobre cada cuento, de mi pasión por su prosa porque lo mío con  el Gabo fue como la mirada casual de Fermina Daza y Florentino Ariza “el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después no había terminado".


Publicada originalmente el 27/6/15
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"Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo van y vienen, incluido cualquier sentimiento de tristeza: también se irá. Triste hoy, alegre mañana; sobrio hoy, borracho mañana. ¿Por qué inquietarse tanto?

Jack Kerouac
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Aquella noche mientras la gran mayoría del país celebraba por todo lo alto la elección de un militar golpista, profesional de la charlatanería como el nuevo presidente de Venezuela, sus pocos adversarios nos sumimos en una incertidumbre y preocupación porque sabíamos que nada bueno podría pasarle al país con semejante error electoral.

Hugo Chávez era el nuevo mesías que había repartido sueños a bordo de un antiguo escarabajo volkswagen, en los mítines durante su frenética campaña electoral en los barrios más pobres de Venezuela. Los dos golpes de estado que había protagonizado años anteriores fueron borrados de la memoria de la gente rápidamente por un batiburrillo ideológico que el coronel recién bautizado presidente llamó “Socialismo Bolivariano del siglo XXI”, un auténtico caos de ideas políticas delirantes producto de su mente megalómana. 

Emigré recién estrenado el chavismo en Venezuela, pero alcancé ver el desastre que se avecinaba. Yo trabajaba en aquel entonces en un organismo dependiente del Ministerio de la Familia encargado de legislar la atención de la infancia en el país. Presencié la primera irregularidad: el nombramiento de un militar en activo como director regional de dicho organismo; un hombre de bigote espeso que llegaba a su despacho con su uniforme de gala lleno de abalorios condecorativos. Recuerdo una comida con los directores de la institución, el militar presidía la mesa. Sentado a mi lado un administrativo no paraba de hablar de Chávez con un fervor religioso, mientras a mí me temblaban los tenedores de espanto. No vomité de milagro, yo también era víctima de los estragos de la polarización política. Cuando se tiene esa fe ciega en un político cualquier abuso de poder es perdonable, como sucedería en adelante. 

La improvisación, la corrupción y la mediocridad se apoderaron velozmente del país. Las políticas sociales sólo fueron un parche que no solucionaban los verdaderos problemas. La alta renta petrolera permitió despilfarrar el dinero en medidas demagógicas muchas de ellas creadas en vivo y en directo en el maratónico programa televisivo “Aló presidente”, digno más de un showman que de un mandatario nacional. La agenda presidencial incluía cantar, bailar, contar chistes y jugar al béisbol ante las cámaras. 

Con su manguera petrolera compró lealtades vecinas que ahora con el éxodo masivo de venezolanos que huye de la miseria de la tan alabada revolución bolivariana, se llevan las manos a la cabeza con la problemática que la inmigración sin control representa para sus débiles economías.

Ni las revueltas sociales que arrojaron más de cien muertos, ni paros petroleros, ni huelgas generales, ni referendos revocatorios, ni siquiera la muerte de su creador pudieron acabar con el flagelo del socialismo bolivariano, un sistema sumamente eficaz para saquear el país a manos de la clase dirigente y todo aquel que se enchufó a la revolución con la ambición de enriquecerse sin ningún principio moral. 

En mi retina quedó grabado el día en que un Chávez moribundo alentaba a sus seguidores a votar por su sucesor Nicolás Maduro, un hombre que no tenía más mérito que lamerle las botas al coronel. Si para mí el finado era un narcisista al cual la devoción del pueblo le alimentaba las ideas delirantes de un constructo de país que sólo existía en su mente, Nicolás está desprovisto de la capacidad para gobernar, una caricatura ridícula de aquel. Un ignorante de puño duro ungido por la gracia del militar golpista antes de morir, rodeado de antisociales de corbata jugando a gobernar. Una mafia en el poder con licencia para cometer barbaridades en nombre del pueblo.

Con dolor escucho el nombre de mi país como el ejemplo de todo lo malo que le puede ocurrir a un pueblo que se deja seducir por la demagogia.

El chavismo lanzó al ochenta y siete por ciento de los venezolanos a la pobreza. La igualdad social tan cacareada por el gobierno se mide en ese parámetro: la miseria que afecta a mi gente. La economía bolivariana desbarató el aparato productivo nacional.

Por otro lado está la boliburguesía, una minoría de “robolucionarios” amasando fortunas y viviendo a todo lujo en los imperios capitalistas que tanto criticaban. La doble moral al desnudo. 

La carencia de medicinas, la escasez de comida, los cortes de luz, la falta de agua, la inflación galopante, la delincuencia impune, los míseros sueldos asfixian la vida de los venezolanos empujándolos a abandonar el país a pie, bordeando las montañas andinas en humildes ropas tropicales con sólo la esperanza de una vida mejor a cuestas. Venezuela fue un país receptor de emigrantes y ahora expulsa a sus habitantes a diario. Es duro ser emigrante y más si fuiste desterrado de tu propia casa. En los periódicos de los países receptores saltan las noticias de la creciente xenofobia hacia los venezolanos que leo con dolor, pero también abundan las noticias reconfortantes de la solidaridad que la mayoría encuentra en las naciones hermanas. No olvidemos esto, los buenos siempre son más. 

Anhelo la caída del régimen pacífica, alejada de toda intervención militar. El relato de la guerra económica, la compra de armas, los magnicidios, las conspiraciones, los golpes de estado, el enemigo exterior han protagonizado la narrativa presidencial en estos años de chavismo, la violencia se trata con la ligereza de un chisme de vecindario.

A menudo tengo pesadillas en las cuales Maduro me asfixia con sus propias manos. En mi memoria y en mis historias está el país que ya no existe, que nos robaron. Ahora tenemos uno saqueado habitado por un pueblo desesperado, humillado, sometido. Cada política puesta en marcha va en contra la dignidad de la gente, como si fuera el producto de la venganza de mentes retorcidas.
 Hasta en la diáspora recibimos sus embestidas. 

La nefasta situación me ha robado la alegría de volver cada año para abrazar a los míos. Mi regreso a Venezuela era la inyección de energía que me permitía afrontar las ausencias de mucha gente que amo. De arroparme con la calidez de mi tierra, de llenarme el alma de trópico. 

Deseo con premura el final de esta pesadilla. El momento de reconstruir entre todos los pedazos de país que dejará la dictadura chavista. Será díficil, pero no imposible encaminar una sociedad que se retorció en la búsqueda de su salvación entregando el poder a la demagogia. Confío en que hayamos aprendido la lección, los mesías con varitas mágicas no existen. 

No nos volverán a vender humo nunca más.

Venezuela, te sueño libre.

Foto: ABC
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Foto: internet.

Cuando era niña quería aprender a bailar salsa. Había heredado el escaso sentido rítmico de mi familia materna y lamentablemente no los genes bailarines de mi papá. A una temprana edad me propuse la tarea de vencer esa herencia que me condenaba en los cumpleaños infantiles a sentarme cuando los adultos animaban a los niños a bailar. No tenía yo la soltura de bailar de cualquier manera, cosa muy natural en la infancia, debido en parte a la timidez que acompañó mi niñez.

Angélica, mi mejor amiga de la infancia fue mi profesora de salsa. Ella, la menor de una familia de mujeres bailonas, con nueve años era lo que llamamos en mi tierra “un trompo” para referirnos a las personas que bailan bien.

Se dio a la tarea de enseñarme a bailar salsa en el salón de su casa después de los deberes escolares. Entre los muebles rojos que decoraban la sala, el aledaño tic-tic-tic de la máquina de coser de su mamá, los vinilos y el tocadiscos de aguja di mis primeros pasos. Era el tiempo del boom de la música caribeña con las estrellas de la Fania Records. Con la práctica y la disciplina diaria algún gen paterno tendría la obligación de despertar y así sucedió. Aprendí a bailar con las canciones del puertorro Héctor Lavoe, conocido como “La voz”. Nuestra preferida era “Ah ah ah no” por su ritmo suave para una pequeña aprendiz. Cuando la escucho me transporto a esas tardes de sudor, música, meriendas y una amistad cultivada para toda una vida.

Era el año de 1978 cuando en las emisoras de radio venezolanas empezaría a sonar un cantante de salsa que decía cosas importantes en sus canciones. Por primera vez los oyentes del género entregarían no sólo sus pies, sino también su atención a esas letras que cantaban cuentos. Era Rubén Blades, un escritor cantante de historias como le han definido algunos. Aterrizaba desde Nueva York en el Caribe con su álbum “Siembra” junto a Willie Colón, el disco más vendido de la Fania que contenía la crónica citadina “Pedro Navaja”, en poco tiempo se convertiría casi en un himno nacional. Rubén saltaba a los escenarios reivindicando en su letras a Latinoamérica en el tiempo que  la comunidad latina crecía en los Estados Unidos huyendo de las dictaduras militares que arrasaban la región.  Él mismo había escapado de la dictadura de su Panamá natal. En ese mismo álbum estaba "Plástico", un tema que desnudaba la superficialidad y nos descubría al polifacético Rubén, cantante, abogado, escritor, actor y político comprometido con América Latina que más adelante aspiraría a la presidencia de su país.
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Leo con interés que ya es posible saber si has encontrado el verdadero amor de tu vida con rigor científico: un beso lo dice todo. Según los estudiosos de la “química del amor” el beso apasionado tiene la función de intercambiar datos genéticos que avisan si dos personas son compatibles para amarse, ese intercambio se hace a través de la saliva. Siempre he sentido curiosidad de los mecanismos implicados en la atracción física. Somos 7.434.073.618 en el mundo (según las estadísticas a tiempo real mientras escribo esto),  y se nos antoja  exclusivamente uno, con quien a lo mejor ni siquiera hemos intercambiado una palabra, pero ahí está haciendo que nos tiemblen las piernas y nos suden las manos con su mirada sin poder evitarlo. Helen Fisher, antropóloga estadounidense de la cual soy fanática, tiene más de treinta años investigando sobre el amor. Sus teorías son fascinantes a pesar de que su firmeza científica nos apague la poesía a los más románticos.

Bueno, pero volviendo al tema de la saliva, Instant Chemistry es una empresa que se dedica a unir o separar parejas a través de un escupitajo en un tubo de ensayo. Así de sencillo, ¿te gusta alguien, pero no estás seguro? Ponlo a escupir, escupe tu también y envía la muestra a la empresa. Analizando la saliva ellos predicen si la relación funcionará. Todo esto me ha revelado un enigma que me torturó en mis años adolescentes en relación a mi primer amor. 

A mi supuesto primer amor le conocí a mis quince años en una fiesta.  Por aquel entonces hacíamos muchas fiestas porque una compañera de clase tenía un pedigrí rumbero indiscutible. Sus padres habían construido un salón de fiestas en su casa,  una minidiscoteca con luces, aire acondicionado y música a todo volumen en el cual enloquecíamos los fines de semana al ritmo de las canciones de moda. 

En esa fiesta estaba… le voy a llamar Mengano. Nunca me había fijado en él, pero bailando decidimos que nos gustábamos. A esa edad jugamos a enamorarnos y querernos, pero no sabemos realmente de que va la cosa. No había internet, por ejemplo, para aprender de saliva y genética. 

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¿Será que todos los migrantes tenemos la sensación de la temporalidad de los lugares?
El territorio que se habita parece agotarse.
Y entonces se tienen ganas de empacar y vivir otro. 
¿Tenemos los migrantes un lugar aparte del nativo que nos defina?
Lo buscamos con cada maleta arrastrada.
El devenir como propósito.





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Hace ya la friolera de dieciséis años este bebé llegó en la primavera.
Tas' hecho un hombre ya -le dijo nuestro vecino cubano en el ascensor. 
Toca el piano maravillosamente, es fanático de Scott Joplin y tiene tres pelos en la barba. Me ha prohibido subir fotos actuales y escribir algo cursi por sus cumpleaños, así que sólo puedo dejar lo que se ha convertido en una foto "vintage".
¡Qué barbaridad! el tiempo sigue volando...
¡Feliz cumpleaños Luk!
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Hace ya más de un año me apunté a clases de yoga y se han convertido en un vicio, una yogadicción.

Uno ve a celebridades como Sting, Robert Downey Junior o Jennifer Aniston exhibiendo en fotos la perfección envidiable de sus asanas y entiende el furor que causa la práctica diaria de esta disciplina. El yoga ha sido reconocido por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Puedo dar fe del bienestar experimentado al final de cada clase. Con la postura de savasana al terminar la sesión, estoy tan relajada que desearía que mi mat volara como la alfombra mágica de Aladino o que alguien se apiadara de mi paz y me llevara en brazos a casa. 

Con el yoga los músculos se  tonifican, la elongación de la espalda y el fortalecimiento de los abdominales hace que la columna se reacomode, con lo cual uno se despide del fastidioso dolor de espalda para siempre.

Las torsiones son como un Prozac, dejan feliz.  El cuerpo se modela en poco tiempo. Ahora me siento como una gacela, ágil, flexible y fuerte. El control de la respiración durante las sesiones permite estar relajado y concentrado en el propio cuerpo, lo cual es magnífico para mantener a raya el estrés. Combinado con algún ejercicio cardiovascular es perfecto para mantenerse en forma.

Al principio las clases me parecían lentas, pero no dejaban de requerir bastante esfuerzo, especialmente en las posturas que demandan fuerza para mantener el propio peso con las manos o aquellas donde se necesitan hacer piruetas de equilibristas. Al inicio de la práctica la dificultad de mantener ciertas posturas es común y casi decepcionante, pero con perseverancia se logra. 

No quiero parecer una gurú, pero animo a la gente como si se tratase de una vitamina rejuvenecedora. 

Mi recomendación es que tomes varias clases de prueba, lleva su tiempo acostumbrar al cuerpo a las maromas si nunca lo has hecho. Te aseguro que pueden pasar dos cosas porque las veo a diario: los que prueban y no vuelven más o aquellos que quedan enganchados.  Ojalá seas de este último grupo, no te arrepentirás.

Nos vemos en el mat.

Foto: Flamingo de Marc-Antoine Julio.
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 "La victoria sabe a caldo de gallina", es un relato que reedité para participar en el IV concurso de Historias de familia organizado por el Club de Escritura Fuentetaja. Mi cuento ha sido seleccionado entre los finalistas de esta edición y será publicado en un ebook. 

El jurado ha escrito sobre mi historia:

"Como si fueran cajas chinas, el recuerdo de la narradora que funciona de historia central concentra otras varias historias: las que cuentan el tío y el padre a los primos en una manifestación (y reivindicación) de la literatura oral que resulta emocionante. La credulidad de la niña protagonista (la narradora en su infancia) le da al relato una dosis de fantasía que le permite moverse en dos planos".

En estos días estoy en modo satisfacción. 

Prepararé un caldo de gallina para celebrar. Están invitados.

Leelo aquí: La victoria sabe a caldo de gallina







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Cuando el cineasta alemán Win Wenders se encontró con Lisboa quedó en trance. Enamorado de la ciudad le dedicó esa hermosa película llamada “Lisboa Story” en donde consigue plasmar la identidad de la ciudad con su particular mirada. No me extraña que Portugal sea parte también de la geografía afectiva de su filmografía, el país tiene un aire de serenidad que enamora a primera vista. 

Nosotros cuando tenemos la oportunidad nos escapamos a disfrutar del espíritu de sus ciudades. Esta vez fuimos de nuevo a Oporto con la idea de volver a perdernos en sus callejuelas, disfrutar de su gastronomía y de la amabilidad de su gente. En esta visita no hice muchas fotos, llovía y el sensor de mi cámara necesita una limpieza urgente y eso me desanima bastante a la hora de apretar el botón. 

Siempre había visto un Oporto soleado, pero estos días nos tocaron  húmedos y fríos. La lluvia derramada sobre la ciudad la convierte en un fado inolvidable.

Aquí un poquito de mi Oporto nublado: 





 





Más de mi Portugal: Lisboa aquieta las almas | El discreto encanto de Portugal | Todo Portugal
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Cuando el sol sale en Santiago, la ciudad resucita.




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imagen: wikipedia

La ciudad de Hamelín ha amanecido conmocionada al conocer la noticia del secuestro del flautista en plena temporada de invasión de roedores. Este lunes se conoció que el flautista se encuentra secuestrado desde ayer. 

Según información ofrecida por un testigo, el músico salía del supermercado cuando fue sometido por los captores, quienes lo mantienen en cautiverio. La división antisecuestro de la policía se encuentra realizando las investigaciones pertinentes para dar con el paradero de la víctima. 

Hamelín ha sido declarada en emergencia ya que se encuentra en los meses en los cuales los roedores vuelven a la ciudad.

"Queremos que liberen al flautista, estamos desesperados" manifestó una mujer de un populoso barrio de Hamelín donde se han presentado dos casos de peste bubónica. El director regional de salud ha pedido calma a la población, y se prevé que los equipos de exterminio del gobierno que hasta los momentos estaban en experimentación salgan a la calle a luchar contra los roedores. 

 Hasta la fecha los familiares del flautista no se han pronunciado sobre el caso. 
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Ejercicio de escritura creativa: convertir un cuento clásico en una noticia.
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Ese chamo pensativo cumplió años esta semana. Pronto empezará su transición a la odiolescencia, perdón adolescencia. De mayor quiere ser físico cuántico y escritor de ciencia ficción (aunque podría ser también abogado porque no pierde una en las discusiones). Es un pirado del minecraft y colecciona espadas.

Siempre me pide abrazos en "condiciones", es decir de larga duración y apretaditos. Adora mi batido de chocolate con un ingrediente secreto que sólo él y yo conocemos (nos hacemos los misteriosos e interesantes como si de la fórmula de la Coca-Cola se tratase).

Le preparé su bizcocho preferido (de plátano) para soplar las velas, y como yo no estaba en casa y le dio hambre, cortó un trozo antes. Así que cantamos su feliz cumpleaños con la tarta como diríamos en Maracaibo "mordisqueá". 

Seguimos creciendo y eso nos encanta.


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